Cinco de estos mundos son pequeños y tienen órbitas muy apretadas alrededor de su estrella, parecida a nuestro Sol.
Recreación artística del sistema Kepler-11.
El tamaño de los nuevos planetas, en comparación con otros planetas descubiertos por Kepler, Júpiter y la tierra.
Comparación del sistema Kepler-11 y el nuestro.
Sonda Kepler de la NASA ha descubierto un nuevo y sorprendente sistema solar formado por seis planetas -cinco de ellos pequeños y con órbitas muy apretadas- que giran alrededor de una estrella parecida a nuestro Sol, a la que han llamado Kepler-11. Un equipo de 39 investigadores de 16 instituciones científicas diferentes ha participado en el hallazgo de este particular conjunto planetario, cuyas características aparecen descritas esta semana en la revista Nature. La investigación puede proporcionar información útil para facilitar la caza de nuevos exoplanetas similares a la Tierra y potencialmente habitables, que es el gran objetivo final de los científicos.
El nuevo sistema solar, situado a unos 2.000 años luz de distancia, es realmente inusual. Cinco de los planetas tienen una masa entre de 2,3 a 13,5 veces la de la Tierra. Las órbitas alrededor de su estrella son muy pequeñas y duran menos de 50 días, por lo que, si se encontraran en nuestro propio sistema solar, se situarían dentro de la órbita de Mercurio. El sexto planeta, sin embargo, parece bastante más grande, aunque su masa no ha podido ser medida con exactitud, y se encuentra más lejos: tarda 118 días en dar la vuelta a Kepler-11.
«De los seis planetas, los más masivos se parecen a Neptuno y Urano, pero los tres más ligeros no se parecen a nada que exista en nuestro sistema solar», explica Jonathan Fortney, profesor de astronomía y astrofísica en la Universidad de California Santa Cruz y uno de los responsables de examinar la estructura y composición de los nuevos mundos.
Los seis planetas tienen una densidad menor que la de la Tierra. «Dos de ellos podrían tener mayoritariamente agua, con una posible final capa de hidrógeno y helio encima, como mini Neptunos», explica Fortney. «Los más alejados tienen menos densidad que el agua, lo que parece indicar atmósferas de hidrógeno y helio». Además, se trata de planetas muy calientes, debido a las órbitas cercanas a su estrella. Posiblemente, se formaron en otro lugar y migraron hasta su posición actual.
El telescopio espacial Kepler es capaz de detectar los planetas cuando se encuentran «en tránsito», es decir, cuando pasan por delante de su estrella. Su paso causa una caída periódica del brillo de la estrella, que es medido por el fotómetro sensible de la sonda. Cuando esto ocurre, los astrónomos sienten que han acertado un pleno al quince: un nuevo mundo puede estar ahí fuera. La reducción del brillo no solo desvela a los científicos la posible existencia de un planeta, sino que también les indica su tamaño. De la misma forma, el tiempo entre los tránsitos dice su período orbital y su masa se deduce de las ligeras variaciones en los períodos orbitales causados por las interacciones gravitacionales entre los planetas. Son pequeñas pistas que pueden contar mucho.
Kepler y otros telescopios han observado más de 100 planetas en tránsito fuera de nuestro sistema solar, pero la mayoría de ellos son gaseosos y gigantes, tipo Júpiter, y no tienen compañeros con los que bailar alrededor de su estrella. La búsqueda de exoplanetas ha sido realmente un éxito -han aparecido ya más de 500-, pero, según un artículo que también aparece en Nature, estos logros pueden verse limitados por la cancelación de misiones de seguimiento de Kepler valoradas en miles de millones de dólares.